Buenos días:

¿Qué tal estáis en este recién estrenado otoño? Por Bilbao tenemos tanto sol que estoy ligeramente desconcertada y a la vez muy agradecida.

Esta entrada va a ser diferente de lo habitual, ya que aparco la teoría para hablar de una vivencia personal que creo que merece un post completo.  De fondo, repito con mi cada vez más amado Tchaikovsky, Sinfonía Núm. 5, interpretada por la Sinfónica de Londres, que nos va a servir de banda sonora de superación, energía y optimismo.

Hace unos meses, mi amiga Patricia me llevó a una librería que me prometió genial y que resultó mejor aún: la Librería Cámara de Bilbao (calle Euskalduna, 5). Tenían su propia sección de Arte, arquitectura, diseño, moda… de todo. Los puedes abrir, ojear, oler, sentir. Te animan a ello, de hecho. 

Además, la Librería Cámara es una empresa familiar de personas que aman los libros. Este tipo de negocios entran  en mi compromiso de potenciar las empresas hechas con corazón, locales, de personas que construyen sus sueños y los hacen realidad. Que mi dinero no haga más ricos-as a los-as millonarios-as, sino a personas como yo, como nosotros-as.


La Librería Cámara, al igual que la Editorial Siruela y la Editorial Astiberri en cómics, una referencia de calidad si no tienes un título concreto: cualquiera que cojas de su catálogo tiene una nota media más que notable. Puedes ir allí a inspirarte, a llenarte de ideas.

Desde entonces, he vuelto cada vez que necesitaba una librería. Recuerdo un libro precioso adquirido este verano, «La infancia de las vanguardias«, de Juan Bordes, (Editorial Cátedra), donde hablan de los juguetes que utilizaban los artistas del XX, fascinante. La librera, al ver el que había escogido, se la iluminó la cara y me trajo otros que también podían interesarme… 

Y esta semana, regresé tras encargar un ejemplar recomendado por mi hermana Cristina, «De la codependencia a la libertad«, de Krisnnananda, (del que hablaré en el blog, porque promete.)  Entro y veo que el espacio se ha reducido a la mitad (alquilan la otra parte del amplio local) y se me congelaron las palabras, el impulso y la sonrisa. Empaticé como un flechazo con esas personas que han tenido que tomar la decisión, las noches pensando cómo lograr continuar, las ideas brotadas y marchitadas,  y lo duro que ha tenido que ser levantar ese muro. Miré al librero, que estaba viendo mi cara de susto congelado, y en sus ojos pude encontrar de nuevo el camino hacia el verbo:

– … Por lo menos seguís abiertos.
Seguimos abiertos.

Y el siguiente ejemplo, que tan sólo citaré: la revista de humor Mongolia, fruto de un ERE del periódico Público. 

Después de lamerse las heridas, se preguntaron, como los Cámara: 

¿Cuál es mi talento?

¿Qué se necesita aquí? 

¿Qué es lo que me hace feliz?

Y apostaron, en contra de lo que les aconsejaban, por el papel en una publicación mensual con una mitad divertida y surrealista y otra de periodismo de denuncia, del que no tiene sitio,al  parecer, en los medios convencionales. Con un enorme y merecido éxito de ventas.

¡Larga e intensa vida a quienes soñamos, a quienes lo intentamos, a quienes nos levantamos tras caer y volvemos a intentarlo hasta lograrlo! 
Porque quienes soñamos hacemos falta en este mundo

 

Un abrazo. 

Virginia Castanedo

Creatividad, Arteterapia y Educación emocional 
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