¡Buenos días, feliz septiembre!
Ayer viernes ha sido un día maravilloso: el médico ha dado el alta a mi madre.
Ha pasado por un cáncer de estómago, detectado en diciembre.
Ha sido una época terrible en mi familia, y ahora que por fin puedo dar buenas noticias, he decidido contarla. De hecho, una de las razones de comenzar este blog fue, en su momento, tener un asidero de esperanza y de creatividad diaria en medio de la vorágine que me arrastró tras tambalear todos mis cimientos.
La sucesión de acontecimientos fue así: detección del tumor en mi madre. una semana después ingresan a mi padre: cáncer de páncreas con metástasis: le quedaban meses de vida. Falleció en febrero, con una ventana que daba a la playa, como él deseaba.
Mi madre es una mujer entusiasta, optimista, y ha tenido la entereza de superar su enfermedad y todas las circunstancias.
Por supuesto, ningún miembro de mi familia somos ya las mismas personas que antes, tod@s hemos aprendido y evolucionado. Y como siempre, sacando lo mejor de cada circunstancia, os presento algo que escribí hace un par de meses:
COSAS QUE HE APRENDIDO:
– El cuerpo humano puede ser rajado, volteado, sangrado, golpeado, seccionado, llenado de tubos en todos los orificios, pinchado, magullado, abandonado, anestesiado, drogado, dolorido, alimentado, obligado al ayuno de pan e incluso de agua, machacado… somos muy frágiles en realidad. La certeza de la fragilidad propia y ajena me da ternura.
– La fortaleza y humanidad de las mujeres ancianas: cuando se nos acabaron permisos y vacaciones a l@s jóvenes y mis padres seguían en el hospital, mi abuela Juana y su hermana Manola, de ochenta años de media, estuvieron como campeonas velando por mi madre. Porque saben algo que l@s jóvenes no sabemos (o no sabíamos): lo importante que es estar ahí, acompañando, simplemente estando. Y lo importante que es el humor.
–Ante una muerte, el pésame más válido es estar ahí. Recuerdo en especial a un vecino del bloque de mis padres: nos vio a tres hermanos juntos, el día del entierro, y se acercó con paso firme y nos dio la mano a cada uno sin decir palabra, mirándonos a los ojos. Y a la vez diciéndolo todo.
– La ternura masculina Uno de mis hermanos, quien se encargó de mi padre en todo momento, estaba dándole de comer. Como estaba tumbado, no podía llegar bien a la sopa. Mi hermano no dijo ni palabra: cogió la cuchara, la dobló hasta ponerla como un cazo y continúo dándole la sopa. Cada vez que lo recuerdo me emociono hasta las lágrimas.
– Hemos conseguido, tras este tránsito y día a día, una mejor comunicación entre los hermanos y con mi madre, estamos más unidos que nunca. Además, como dije espontáneamente el otro día a un amigo que me preguntó que por qué estaba tan contenta: «Después de los meses que he pasado de diciembre a junio, todo es fácil».
Gracias por leer esto, gracias por la posibilidad de compartirlo y por la comprensión.
Por cierto, hoy he estado en un taller de Reiki, o Amor Universal. Os cuento mañana o el lunes.
Un abrazo.
Virginia Castanedo
Creatividad, Arteterapia y Educación emocional
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