Buenos días:

¿Qué tal estás en esta primavera que avanza? Hoy he descubierto que los gorriones utilizan mis jardineras para posarse antes de proseguir el vuelo. Creo que les voy a poner un bebedero para que se queden más tiempo e impregnarme de su disfrute. 


Comenzamos. Si me conoces sabes que llevo una década en la que todas las mañanas hago tres folios de escritura automática o las Hojas de la mañana de Julia Cameron (os remito a su cuenta de Twitter, en inglés, claro). 


¿En qué consisten (abreviado)? Básicamente, en escribir lo que se te pase por la cabeza nada más levantarte, sin interrupciones mentales y sin tratar de formar una estructura coherente ni literaria. Son como un cubo de basura que permite descargarte para comenzar bien el día. Las dejas reposar un par de meses, y entonces, con el tiempo como tamiz, las puedes leer. Pueden estar basadas en la queja en estado puro: en ese caso, es porque tu vida está bastante alejada de lo que te hace feliz; las Hojas se limitan a señalarlo y a ponerlo en el lado consciente, primer paso para buscar algo que te llene más.


Marzo ha sido para mí un largo malestar, lo que se reflejaba, cómo no, en lo que leía de mis vivencias, anodinas, planas o más bien aplanadas con la apisonadora de la inercia.


Hasta que llegó un punto crucial, un cambio: al ver una ciudad azul en un PDF de una revista Orsai  (que, por cierto, ahora no encuentro en su página web. ¿O fue sólo porque me sirvió para iluminar con su fogonazo el camino creativo y ahora perdió el brillo?).  


Y me he dado cuenta de que me había subido en la cadena del mínimo esfuerzo:

A base de dejar de pensar, de nutrirme, de no aportar novedades a mi vida, de releer los mismos cómics una y otra vez, había caído en la dejadez del «no tiene remedio«, en la profecía autocumplida de la monotonía. Es lo que tiene permanecer en la Zona de comodidad, aunque, como ahora, ni siquiera sea cómoda.

Fue ver esos edificios añiles y darme cuenta del abandono de mis proyectos creativos, los libros escritos a medias, los dibujos sin terminar… y volver a llenarme de ganas de crear.

Necesitamos nutrición espiritual, nuevas ideas, conocer biografías de personas a las que admiramos, profundizar en Filosofía, ir a conciertos y exposiciones, buscar nuevos blogs en internet…. Para que el camino evolutivo sea elegido y no un empujón.
 
 
 
Como muchos días estoy tumbada en la cama con mareos y/o dolores en esta recta final del embarazo que parece eterno, decidí hacer lo que podía: si en esta etapa no consigo crear, sí puedo ser espectadora y lectora de otros artistas. Llenar la despensa de mi alma de imágenes y palabras.
 
Así que al primer rato de verme con fuerzas para andar me he lanzado a la biblioteca como un asalto pirata:
 
 Acabo de leer «El invierno del dibujante«, de Paco Roca, y he descubierto que Escobar, el creador de Zipi y Zape, fue un comunista represaliado por el franquismo. (Sigo investigando.)
«El traje gris» de Andrea Camilleri, «Españistán» de Aleix Saló, una relectura de «Mujeres que corren con los lobos» de Pinkola Estés y de la que haré mapas mentales para el blog, y, viendo que se aproxima el parto, «Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer» de Christiane Northrup, muy interesante.
Y en Ivoox, ayer, escuché la biografía de Kant. 
 
¿Y tú? ¿Qué haces para nutrirte espiritual y artísticamente? 

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Un abrazo:

Virginia Castanedo

Creatividad, Arteterapia y Educación emocional 
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