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Buenos días:

Hoy me encuentro algo floja, así que he decidido recurrir a una idea de hace tiempo, que voy a desarrollar brevemente: el comportamiento humano en transporte público (claro que también podría extenderse al colectivo de conductores…) como muestra de tus hábitos.

Como comenté en una entrada anterior, según te comportas en los diferentes espacios de tu vida (trabajo, vecindario), éstos se extenderán al resto (relaciones, familia, ocio…) según tu costumbre.


Veamos las diferentes tipologías de personas en las que me he fijado esta temporada en la que me mareo leyendo en metro.  Por supuesto, todo esto es una opinión subjetiva y personal: si crees que falta o sobra algún tipo, te invito a que lo comentes. 

Elijo hablar del metro porque, desde que lo inauguraron en Bilbao y en el resto de la provincia vizcaína, ha barrido al resto del transporte público en todos los sentidos, y la gran masa hemos ido abandonando el tren y el autobús y relativizando las distancias: kilómetros que antes parecían insalvables y trayectos eternos transformados en un «todo está ahora cerca«.

He visto personas que, cuando su tren estaba llegando al andén y ellas todavía estaban en la escalera, elegían correr para intentar alcanzarlo. (Debo señalar que las paradas son muy cortas, de unos 10-15 segundos). A veces lo conseguían, y es fabuloso ver su cara de felicidad, a veces se les cerraban las puertas en las narices.

Otras personas no se apresuraban, con lo que perdían ese tren de manera irremediable por no intentarlo.

Algunas van a gran velocidad desde que introducen el billete, aún cuando luego tuvieran que esperar unos minutos a que llegara el siguiente metro, mientras que otras van con calma, aceptando, supongo, que el tren que les llegue en ese momento será el más adecuado. 

Claro que también podría preguntarme, ¿cuál era el motivo de elegir una u otra opción en cada uno de los casos? ¿Hacia dónde se dirigían?

Seguimos: una vez dentro del vagón, hay personas que permanecen en el sitio primero en el que han entrado, sobre todo si está lleno, como es habitual, tímidas. Otras, en cambio, se abren paso con decisión hacia un hueco que tú ni siquiera habías vislumbrado, más cómodo. Y que van aprovechando las diferentes bajadas y subidas del resto del pasaje para lograr cada vez un mejor lugar.

Hay personas se toman el metro como de propiedad particular y gritan por el móvil, hablando durante todo el trayecto porque se aburren, miran para otro lado si hay hay alguien que necesita de manera evidente el asiento que ocupan…

Otras, para compensar, tienen en cuenta a las demás: se apartan para dejar pasar con más comodidad, ceden el asiento a ancianos/as (la mayoría somos mujeres), sonríen y piden disculpas si hay un choque fortuito. Como puntos extra, aquellas que se molestan en pararse a explicar a alguien novato cómo se coge un billete en las máquinas y cuál es la mejor opción de las existentes, y cualquier otra cuestión que haga la convivencia más agradable.

¿Y tú, cómo te comportas en el metro? ¿Qué relación tiene con el resto de tu vida?


Y para terminar, un enlace sobre la importancia de descansar.

Un abrazo:

Virginia Castanedo

Creatividad, Arteterapia y Educación emocional 
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