
Estas escaleras nos sirven de metáfora del avance infinito, un camino en el que, en ocasiones, se convierte en laberinto.
Cuando emprendemos un camino, es conveniente que nos preguntemos a menudo ¿hacia dónde voy? ¿Cuál es el límite, la meta a la que quiero llegar?
¿Qué hace que algunos seres humanos deseen continuar siempre hacia adelante, sin parar?
En mi comportamiento alejandrino de los últimos tiempos, me doy cuenta de la adrenalina que genera el seguir siempre en marcha, de la emoción de la próxima conquista, sea en el ámbito que sea. La necesidad de estímulos constantes y que generen la suficiente densidad emocional como para que merezca la pena vivir, no sea que tenga que parar y me de cuenta de que no era ese el camino que quería, que he recorrido varios kilómetros en dirección equivocada, con su desgaste consiguiente.
¿Y si Alejandro, una vez unificada Grecia, o una vez conquistada Persia, hubiera vuelto a casa, en vez de querer seguir batallando? ¿Cómo se hubiera enfrentado al día a día del gobierno y de la vida, a la rutina, incluso al aburrimiento? ¿Avanzaba o huía?
Permanecer en donde estamos, en nuestro día a día, y ser felices, es muchas veces más difícil que seguir avanzando, porque requiere mucha sensibilidad, mucha conciencia, para advertir los detalles pequeños, los sabores, los olores, los gestos, todo lo mínimo, que es lo que compone la existencia.
Tal vez por eso, continuar hacia adelante es lo que nos evita, de momento, mirar en nuestro corazón, en nuestra vida. Si sentimos paz interna, estamos en buen camino o en buena posada.
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Algorta, en Bizkaia. |
Y por eso, en ocasiones, cuando sucede algo que nos detiene en nuestros planes, nos rebelamos, peleamos, nos quejamos… sin darnos cuenta de que, de otro modo, no nos hubiéramos detenido. Alejandro Magno, y muchas de nosotras en estos años del siglo XXI, pensamos, de manera arrogante, que la vida tiene la obligación de favorecernos siempre, cuando son precisamente estos retos con los que crecemos, con los que nos hacemos más humildes, más amorosas, y por tanto, más humanas.
Un abrazo.
Virginia Castanedo
Creatividad, Arteterapia y Educación emocional
Sesiones individuales y grupales
Te escucho en hola@elcaminocreativo.com
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Prosa con alma de poesía es lo que nos ofreces hoy.
VIVIR, con mayúsculas significa ser felices le pese a quien le pese. Sentirnos satisfechos de lo que hacemos, y a veces, de lo que no hemos hecho. Y no es la meta, es el camino…
Besos y ánimo, que con la primavera todo florece.
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Gracias, Alvarito. Perdona haber tardado tanto en contestar. Gracias por tus palabras.