Buenos días:

Después de la anterior entrada donde comenzamos a hablar de  los mecanismos neuróticos de la Gestalt, detallando el primero: el Introyecto o creencia, pasamos al siguiente: la proyección, que consiste en poner en el otro lo que rechazamos de nuestro interior.

Puedes verlo en el mapa mental que he preparado para este mecanismo (mis disculpas por el título central, he tenido un lapsus con el nombre al dibujarlo y cambiarlo con el ordenador era lo más rápido, aunque no lo más estético).

En algunas ocasiones es más fácil echar a los-as demás la culpa que asumir nuestra responsabilidadEn el apartado «analogías» de la ilustración hay algunos ejemplos: la fábula de la Zorra y las uvas, una inundación provocada por haber desviado el curso natural del río (la proyección se completaría al afirmar que la culpable ha sido la naturaleza), una máquina que se limita a lanzar pelotas fuera, o aquellas personas que se quejan de la suciedad de las calles y que, cuando les conviene, tiran desperdicios porque les resulta cómodo.

Pasamos a ponernos unas gafas que limitan nuestra visión, para que todo lo que miremos a su través coincida con lo que queremos ver. 

¿Cómo se puede desencadenar este mecanismo?


1. Me sensibilizo con respecto a algún aspecto vital, intelectual o emocional que no me agrada. Por ejemplo, el egoísmo.

2. Empiezo a ver actitudes egoístas en todas partes y en muchas personas, incluso en mí mismo-a. 

En este caso, aparecen (al menos) dos vías: A y B.

A) Si busco conocerme más, evolucionar y aprender, en algún momento  haré un autoanálisis sincero, aceptaré mi parte egoísta y podré de este modo entender lo que sucede en los-as demás y empatizar. Como dijo el psicólogo humanista Carl Rogers: «La paradoja curiosa es que cuando me acepto tal como soy, entonces es cuando puedo cambiar».

B) O bien puedo elegir fijarme en el egoísmo ajeno, que en algunas ocasiones es más grande que el mío, para acusar a los-as demás perdonándome a mí por comparación, por comodidad o por ceguera. El hecho de que realmente otra persona tenga comportamientos egoístas no elimina los míos. Que un político robe millones de euros no me hace a mí menos responsable de un robo de cien. 

Y dado que no puedo cambiar a los-as demás (sólo quejarme y señalar y/o aceptar) y sí a mí mismo-a, las alternativas son claras. Algunas van por sendas incómodas, si bien luego nos acampaña una benéfica sensación de bienestar por haber tomado la decisión correcta.

Este es uno de los mecanismos que suele provocar mayor rechazo interno, ya que lo que detectamos en los-as demás también es real. Ahora bien, ¿utilizo esa identificación de la paja en el ojo ajeno para no ver la viga en el propio? ¿O la uso para que esa persona no me dañe la próxima vez?
 
Un ejercicio de humildad para valientes: piensa en una persona que te caiga mal, y escribe en un papel las razones por las que es así. 
Ahora, echa la vista atrás en tu biografía, y encuentra al menos una situación vital en la que te hayas comportado de la manera que señalas. Si has puesto «no se da cuenta de las cosas y hace tonterías«, ¿cuándo has tenido tú la misma actitud?
 

Es posible que después de ver tus errores seas más compasivo-a con los ajenos. En todo caso, toda toma de conciencia nos ayuda a evolucionar.

Un abrazo:
Virginia Castanedo

Creatividad, Arteterapia y Educación emocional 
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