Buenos días:
Desde que he tenido a Leonardo han cambiado algunas cosas. Muchas en realidad.
Básicamente quiero que sea feliz y buena persona. Que encuentre y desarrolle su talento para darlo al mundo.
¿Y cómo puedo contribuir a ello sin interferir, sin cortar, sin dirigir de manera inconsciente?
Cuando profundizo en temas de Psicogenealogía y constelaciones familiares, me doy cuenta del camino recorrido y del que me espera en el horizonte. Sí, he aprendido algunas cosas. Una parte ínfima respecto a lo que todavía me queda por interiorizar.
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Me voy fijando cada vez más en cómo nos mira Leo: con la intensidad de un bebé. Qué gestos hacemos, qué actividades, cómo nos movemos, qué cogemos… Lo quiere saber todo, conocerlo; a fin de cuentas tiene un mundo entero nuevecito a su disposición.
Nota cómo me encuentro cuando se tumba sobre mí, igual que me adormezco con su calor y con sus latidos. De una manera inconsciente absorbe toda esa información.
Los bebés, los niños y las niñas, saben. Sin palabras, de una manera instintiva.
De este modo, todos y cada uno de los matices, de nuestra voz y de nuestros gestos le dicen cómo interpretamos la vida, a quién apreciamos más, de quién no nos fiamos. Los niños saben. Van grabando en terreno virgen toda esta información.
Por eso, cuando las personas adultas comentan: «no sé cómo no le gusta tal cosa, si delante de él la comemos» o «siempre hemos hablado de Fulanito con respeto, aunque le tengamos manía. ¿Por qué mi hijo le rehuye?«, es porque los padres y las madres (y otras personas de referencia) estamos enviando señales sutiles contrarias a lo que decimos.
5 maneras inconscientes de transmitir señales a nuestros hijos e hijas
– Muchas veces tendemos a tratar al niño igual que a la persona o rama familiar a la que se parece, con sus expectativas correspondientes. Si por ejemplo se parece al padre, la inercia nos puede inclinar a creer que también va a ser así en gustos y personalidad. «Es de los nuestros».
– Si ves en los ojos del niño o de la niña actitudes o luz adulta, no es más que una proyección. Me explico: cuando trabajé de voluntaria con un grupo de niños y niñas de 5 años en riesgo de exclusión social en Bilbao La Vieja, escuché varias veces, patidifusa, de sus cuidadoras: «Este niño es malo«. ¿Malo, con cinco años? ¿Viniendo de familias desestructuradas y con graves carencias económicas y afectivas? Sólo es un radar que capta todas y cada una de las señales de su entorno. Tiene miedo, se defiende como ha visto y como sabe. Necesita amor. Menos mal que, como dice Cyrulnik, quien desarrolló y dio a conocer el concepto de resiliencia, siempre estamos a tiempo de querer incondicionalmente a un niño y volver a darle la dignidad que tiene.
– Silencios, secretos, omisiones. Todo aquello que se hace laguna y que se calla el niño lo entiende como tema tabú.
– Sobreprotección (que acaba estallando), que consiste, entre otras cosas, en que no se hable de las personas de la familia que han muerto, o que se han ido lejos, o con quienes estamos enfadados.
– Negar o burlarse de los sentimientos con los que nos sentimos incómodos, como la ira, el miedo, etc. Hablamos con detalle de esto en la entrada titulada Emociones sustitutivas.
La verdad, el perdón y el amor liberan.
Y si el padre y la madre han sanado sus deudas kármicas y familiares, para el niño será más fácil ser él mismo.
Tenemos por delante un gran trabajo interno.
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Mi bendición:
Virginia Castanedo
Creatividad, Arteterapia y Educación emocional
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679 664 693- 946 022 836
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