Buenas tardes de julio.
El otro día (jueves) decidí sacar la cámara de fotos y atrapar todas las imágenes que se correspondieran a un mandala, mientras caminaba por la ciudad desarrollando mi trabajo.
Así he conseguido aportar creatividad a labores cotidianas mecánicas, y tener la mente abierta. Además de tener la predisposición necesaria para abrir los ojos y la mente.
Mientras andaba, me di cuenta de que todas las plazas y rotondas son mandalas gigantes, así que otro día que esté más desocupada me subiré a los edificios que pueda para sacar alguna a vista de pájaro.
La iniciativa me vino del cierre de mi formación como Terapeuta gestalt, un monográfico apasionante en el que utilizamos los mandalas como vehículo de expresión de emociones y del que volví transfigurada.
Previamente,y para alimentarme a nivel creativo y espiritual, pasé casi dos años pintando un mandala diario. Así, me aseguraba mi dosis diaria de creación: los días que no hacía nada más, continuaba con el río abierto. Y basta, simplemente, con coger unas pinturas, un espacio tranquilo, trazar un círculo y dibujar lo que se te ocurra.
El próximo día hablaré con más extensión.
Un abrazo.
Virginia Castanedo
Creatividad, Arteterapia y Educación emocional
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