Buenos días :

Lo primero, agradeceros que estéis al otro lado, completando este blog con vuestra lectura y reflexiones: las visitas se han multiplicado en las últimas semanas, y es algo que me llena de agradecimiento… y de ganas de seguir ofreciendo buenos posts. Como confío en que sea este. 

Vamos allá. En una entrada anterior comenzamos a hablar del funcionamiento de nuestro cerebro, de la cantidad de pensamientos que generamos y de la importancia que les damos. Muchas veces tenemos la ilusión de que lo que proviene de la mente es cierto y, además, lo mejor: cuando decimos que una decisión es irracional, generalmente viene acompañada por un sesgo negativo, de que ha sido errónea. ¿Y qué sucede con las tomadas racionalmente y en contra del corazón, que sólo causan sufrimiento?¿Y las elecciones que hacemos con un estado alterado de nuestro raciocinio, presas por ejemplo del estrés, de la ansiedad o sencillamente, de los pensamientos repetidos? 

Primero es necesario saber cómo pensamos,

si estamos libres de juicios, si tenemos un pensamiento único monolítico o estamos abiertos-as a otras posibilidades.¿Han surgido nuestros pensamientos de estados emocionales destructivos, como el odio, el egoísmo, la avaricia… o más bien de la paz interna?¿Es un pensamiento sereno, directo y certero como una flecha, o es una lluvia repetitiva monocorde que sólo se sostiene por la repetición? El que consigues cuando empiezas a meditar, o a brindarte ratos de silencio y reflexión.


En la imagen, he representado los pensamientos repetidos como hojas triangulares que se nos pegan, llegando incluso a ahogarnos, como en la colina del fondo. 

¿Merece la pena aferrarnos a los pensamientos que nos hacen daño a nosotros-as y a los-as demás? 

En nuestra mano está tratar de alejar de nuestra mente aquellos estados mentales que nos hacen daño, perseverar para que no vuelvan, y así abrir camino a un modo de pensar sano que nos permite, por ejemplo, definir lo que queremos hacer, cuáles son nuestros sueños y nuestros objetivos, y establecer así mismo el plan de acción para llevarlo a cabo y ser más felices.

¿Y por dónde empiezo para pensar mejor? 

Puedes  realizar tareas repetitivas en silencio, como coser, tejer, bricolaje, jardinería… no hace falta sentarte a meditar si ésto te produce rechazo. 

Puedes prestar más atención a tu respiración en cualquier momento del día, lo que te llevará a estar más presente y evita la aparición o extensión de la ansiedad.

Puedes hacer visualizaciones (próximamente en el blog).

Puedes practicar yoga.

Puedes aumentar la atención hacia todas y cada una de las cosas que suceden a tu alrededor. Vivir con conciencia plena, tratando de concentraros en lo que sucede en la pantalla, y en los pensamientos generados (si los hay), así como percataros de vuestras emociones. Sin juzgar, simplemente siendo testigos de lo que sucede.

 
Si nos entrenamos para conseguir cada vez más momentos de conciencia y lucidez sin juicios, conseguiremos una vida con cada vez mayor paz interna. 
 

Un abrazo. 

Virginia Castanedo

Creatividad, Arteterapia y Educación emocional 
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