Buenos días:
Perdonad por estas semanas de publicaciones irregulares, pronto recuperaré la normalidad, con un compromiso de al menos dos entradas semanales.
Hoy hablaremos sobre el perdón, que tiene dos vertientes complementarias: el perdón a uno-a mismo-a y el perdón a las demás personas. Depende de cómo seas o de lo que hayas aprendido hasta ahora, una de esas bifurcaciones te resultará más fácil de transitar que la otra. Cualquiera de ellas te abre la senda al perdonar de manera plena.
La entrada de hoy habla sobre el perdonarte a ti mismo, a ti misma y próximamente, la complementaria.
Unas preguntas de auto-exploración antes de seguir:
¿Te resulta fácil perdonar a alguien cuando te sientes herido-a u ofendido-a?
¿Eres indulgente contigo mismo-a o te autocastigas?
¿Hay algo que todavía no has podido perdonarte?
De esta manera podrás ver tu evolución, la duración del daño causado (si cicatriza o cierra limpiamente el dolor emocional), tu capacidad de amar y de tolerar los errores. Porque de eso se trata perdonar: de saberte humano-a y por tanto falible, de levantarte al caer.
También implica aceptarnos en toda nuestra dimensión, incluida nuestra parte menos positiva. De toda la gama de cosas que podemos llegar a ser, a sentir, a hacer, a pensar… Sobre todo esas partes de ti todavía por construir, de las que te desagradan o avergüenzan. Precisamente aquellas con las que puedes crecer. Porque tienes derecho a equivocarte, a caer al abismo, a hacer cosas mal. Para poder aprender, darte cuenta, rectificar…
El hecho de no perdonarte está muy relacionado con la culpabilidad y con el perfeccionismo. Aceptar que te has equivocado es el primer paso imprescindible para resarcir los daños causados. El perdón es un acto de amor que te libera, que te saca de la cárcel de la que no quieres indultarte.
Te propongo un ejercicio de Gestalt, que el autor Norberto Levy escribe en su libro «La sabiduría de las emociones«, en el capítulo sobre la culpa y que he adaptado para este post.
1. Siéntate con tranquilidad y completa esta frase desde tu interior:
«No puedo perdonarme por…»
2. Ahora, visualiza al personaje que cometió ese error, y que es parte de ti. ¿Alto, bajo, humano o animal…? ¿Qué voz tendría? Tal vez incluso una imagen de ti mismo-a en otra época… Puedes incluso dibujarlo y ponerle nombre, con lo que te acompañará para que la transformación interior sea progresiva y se asiente mejor.
3. Ahora, vas a tener una conversación con esa parte de ti que ha cometido ese acto hasta ahora imperdonable:
– Dile de lo que le acusas. (Por ejemplo: «¿Cómo pudiste ser tan imbécil de hacer…?).
– Dile lo que sientes hacia él o ella por lo que has hecho: (Por ejemplo: «te odio y te quiero lejos de mí, etc.).
– «Mi modo de castigarte por lo que hiciste es…» (Por ejemplo: «No te voy a dejar vivir en paz, te voy a recriminar siempre esto». )
– La norma que has transgredido es la que dice que… (Por ejemplo: «la gente buena es honrada», «sólo se equivocan los-as tontos-as»).
4. Una vez has dicho todo lo que querías, ponte en el papel del personaje imperdonable y que te conteste.
Por ejemplo: «Si me castigas a mí también sufres tú», «Yo tenía la mejor intención», «yo no sabía que esa decisión iba a traer todo esto», etc.
5. Tratad de llegar a un acuerdo.
«Me doy cuenta de que hiciste lo que pudiste con la información que tenías en ese momento», «La norma que incumpliste ya no es válida en mi vida», «Quiero vivir en paz, ¿qué necesitas?»
6. Tómate tu tiempo para completar el proceso. Comenzarlo, aún cuando no lo completes, abre las puertas para que entre en barbecho y des con la solución. Recuerda que puedes ser más grande, sentir una gran liberación al perdonarte.
Espero que te haya sido útil.
Entradas relacionadas:
– Culpa y responsabilidad.
– Amor:
El amor nos hace grandes
Mirar a los ojos
Si quieres que tratemos aquí algún tema, escríbeme y dedicaré una entrada.
Mi bendición:
Virginia Castanedo
Creatividad y Educación emocional
Sesiones individuales y grupales
sendarte.arteterapia@gmail.com
679 664 693- 946 022 836
Canal de Youtube: Elcaminocreativo
var _gaq = _gaq || [];
_gaq.push(['_setAccount', 'UA-36176914-2']);
_gaq.push(['_trackPageview']);
(function() {
var ga = document.createElement('script'); ga.type = 'text/javascript'; ga.async = true;
ga.src = ('https:' == document.location.protocol ? 'https://ssl' : 'http://www') + '.google-analytics.com/ga.js';
var s = document.getElementsByTagName('script')[0]; s.parentNode.insertBefore(ga, s);
})();
Me recuerda al ejercicio de La Silla, pero aún mejor (el de la silla me cuesta horrores cuando la "culpable" soy yo).
Vamos si lo pondré en práctica…!
Está basado en la mítica Silla caliente, claro, y en su impacto está su eficacia. Creo que las mejores sesiones, las más hondas, (tanto como terapeuta como al otro lado), son las de la Silla. Si estás en formación de Gestalt, te recomiendo el libro de Levy que cito en el artículo. ¡Y gracias por comentar!